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con sabor a música

La música como la comida se disfruta de distintas maneras. Todo depende del condimento que se le ponga o quién la prepare. Hay platos musicales sencillos, sofisticados, agridulces, exóticos… para diferentes exigencias y gustos. Todo dependerá del “paladar auditivo” de cada quien.

De la misma manera, el “chef” también es importante. Éste puede usar especias de origen local o importado como: talento, virtuosismo, acordes simples o muy complejos, sonidos fuertes o delicados, ritmos que invitan a bailar o a relajarse. Todos son válidos. Pero hay tres condimentos que no pueden faltar en ninguna “cocina musical”: El corazón, la pasión y el amor por lo que se hace. Ese “toque personal” que hace que el plato servido en cualquiera de sus variedades tenga un sabor único y que te dejan con ganas de repetir el menú.
Es necesario recordar que cuando se condimenta en exceso queda un sabor empalagoso y saturado que no es agradable para nadie. Igualmente la carencia de éstos, se traduce en un “plato musical” sin sazón, desabrido…

En la música como en la cocina, a veces salirse de la receta y ponerse a improvisar, arriesgarse a nuevas combinaciones, puede dar como resultado platos increíbles, de un sabor nuevo. Nada cuesta con probar, al final de cuentas hay gustos para todo. Lo que para algunos puede ser extraño, para otros puede ser un exquisito manjar.

Así que mis queridos muchachos, a preparar la olla, a mezclar ingredientes, a improvisar, a poner lo mejor y “VOILÀ, el pentagrama está servido!”

¡Abrazos y buen provecho!

Jorge “Perro” Bustos

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