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Nueva foto Carlos RodriguesPor Carlos Rodrígues.-En la actualidad, resulta prácticamente imposible revisar la actualidad de cualquier país sin toparse con la figura del partido político. Estas entidades pueden considerarse intrínsecas a la vida política: donde quiera ha existido alguna forma de poder colectivo, han surgido “bandos” más o menos organizados para competir, pacífica o violentamente, por su obtención y control. Estas instancias son, en su sentido más amplio, los partidos políticos.

La institución partidista se ha transformado históricamente en función de la evolución del orden social y político. Tal como lo entendemos hoy, el partido político es un producto específico de la Modernidad. Tras el colapso del sistema estamental y el ascenso de los regímenes liberales, los partidos se constituyeron en las instancias fundamentales de organización política de las sociedades modernas. El partido se consolidó como el canal privilegiado de comunicación entre la Sociedad y el Estado, capaz de interpretar las necesidades sociales y convertirlas en políticas estatales.

El papel central de los partidos se fortaleció aún más con el ascenso en el siglo XIX de la política democrática de masas, dentro de la cual se posicionaron como instancias vitales para la socialización política, la competencia electoral y el ejercicio del gobierno. En este contexto, los partidos asumieron un perfil ideológico más definido y reforzaron su organización, extendiéndose a nivel territorial y profundizando sus nexos con otras modalidades de organización social como los sindicatos y los gremios.

La crisis de confianza de las sociedades en la política, intensificada desde la década de 1970, ha venido afectando severamente a los partidos, los cuales han sido objeto de un creciente rechazo social por ser percibidos como entidades autoritarias, corruptas, atrasadas o sencillamente oportunistas. En este contexto, han perdido capacidad de movilización e influencia a costa de otro tipo de organizaciones más flexibles y horizontales, como los movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales. Ello ha obligado a los partidos a reformar su estructura, introducir mecanismos participativos en la toma de sus decisiones y renovar sus planteamientos programáticos, ajustándolos a las nuevas realidades políticas.

A pesar de este descrédito, no se conoce ninguna alternativa institucional que pueda sustituir de manera efectiva a los partidos en la lucha electoral y pacífica por el poder político. La prueba más clara de ello es que aquellos sectores que en distintos lugares y momentos han cuestionado la figura de los partidos han terminado invariablemente creando sus propios partidos para intentar alcanzar el poder y producir los cambios sociales que propugnan.

Artículo realizado por el Politólogo Carlos Rodrigues para la Revista Otilca edición número 27

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