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“El carácter de la persona siempre se verá reflejado en su interpretación musical”

Por Isaías Subero

La personalidad es el patrón de pensamientos, sentimientos y conducta que presenta una persona a lo largo de su vida (aunque con posibles cambios) a través de diferentes situaciones. La personalidad se va forjando a partir de la niñez, en donde los seres humanos comienzan a explorar y a interactuar con distintos elementos; y se moldea durante la adolescencia, etapa en la cual, se buscan elementos con los que el individuo pueda sentirse identificado.

Los seres humanos tienen constantemente la necesidad de expresarse y relacionarse con los demás, para ello, la música es posiblemente el mejor medio para lograr dicho objetivo, debido a la cantidad de información que es posible transmitir, aun cuando se trata únicamente de sonido.

Al pedirle a un músico que ejecute una pieza ya escrita, con todos los matices definidos, y un carácter claramente establecido, es imposible que este, de algún modo u otro, no le agregue su propio toque, dejando al descubierto, su personalidad.

Romper el orden, salirse de la raya, o quebrantar las reglas no necesariamente es algo “malo” en la ejecución musical, siempre y cuando se haga de un modo fundamentado. Más allá de ser algo bastante arriesgado de hacer, resulta improbable que dos músicos, logren entender exactamente del mismo modo, la misma pieza musical.

El carácter de la persona siempre se verá reflejado en su interpretación musical, y aunque se colocase a una fila de violines a tocar la misma frase, bajo las mismas instrucciones, se notarán, al escucharlo uno a uno por separado, pequeñas diferencias que delataran tanto la madurez musical, como la personalidad del músico.

Un violinista decidirá tocar el forte con más fuerza que otro, alargar más el ritardando, o atacar con el arco de una manera distinta. Para criterios de unificación, se encuentra por supuesto, el director.

Así mismo, un persona tímida, que suele hablar con un volumen bajo, muy probablemente toque de la misma manera su instrumento, especialmente cuando se sienta socialmente presionado. Por el contrario, un personaje alegre y entusiasta no le importará ser el centro de atención al tocar fuertemente su instrumento.

La personalidad no sólo influye en cómo tocamos, sino también en qué tocamos; de este modo, las personas tendrán preferencia hacia ciertas obras o géneros musicales.

Los estereotipos socialmente aceptados afirman que una persona tranquila escuchará música suave, mientras que una persona de carácter más fuerte podría escuchar, por ejemplo, rock pesado.

Si bien estos estereotipos han demostrado fallas a lo largo de diversos estudios, podrían darnos una idea de la relación existente entre la personalidad y la preferencia musical, y enseñarnos que se trata de una relación bilateral, es decir, no sólo la personalidad influye sobre la música, sino también, la música sobre la personalidad.

Los individuos que se encuentran acostumbrados a un género musical, agregan comportamientos nuevos a su conducta, que suelen ser típicos entre los entusiastas de tal género; esta imitación, si se mantiene en el tiempo, conlleva a la modificación de la personalidad.

De este modo, se demuestra que no solo la persona puede cambiar la música, sino que esta, puede influir sobre las personas y modificar su conducta.

La música, con todo el poder que representa manipular las emociones humanas con tan solo un sonido, lleva consigo una gran responsabilidad, la de transmitir valores que hagan mejores seres humanos y sirvan como herramientas para el desarrollo de la sociedad.

Extraído de la Cuarta edición de la «Revista Otilca»

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