Es bien sabido que la Lengua, como “sistema vivo” de dominio y uso general, es altamente susceptible y vulnerable a los embates lingüísticos y la dinámica social; sobre todo a los vertiginosos avances y cambios tecnológicos, entre los que destacan la avasalladora internet y la telefonía celular. Estas herramientas tecnológicas, endiosadas por algunos que las ven como la salida más expedita para abordar y solucionar problemas comunicacionales y hasta para aclarar conflictos académicos, son igualmente satanizadas por otros que, encerrados en el conservadurismo y la ortodoxia lingüística, se niegan a ver la tecnología como el punto de partida para explicar ciertos fenómenos lingüísticos; y partiendo de éstos diseñar y rediseñar estrategias pedagógicas que permitan abordar, verbigracia, el grave problema de la lecto-escritura.
Haré mención específica al nuevo registro que a empellones, y con el apoyo irrestricto de jóvenes y no tan jóvenes, vienen abriéndose paso a través de los correos electrónicos y del chateo por el celular.
Este registro está minado de palabras y expresiones tales como “toy” (estoy), xfa (por favor), ond tas (donde estás), toy n ksa (estoy en casa) TQM (te quiero mucho), + o – (más o menos) etc. Estas expresiones violan todas las normas acerca de cómo se debe abreviar, pero tales excesos o exabruptos responden a la necesidad de expresar lo más que se pueda en el reducido espacio que en la mayoría de los celulares sólo permiten 160 caracteres: Tng días tratnd d hblr cntg y n t ncntro. Xfis ond tas. Bskme q teng alg p t. St s m nvo num. Bsos. Kti.
Ahora bien, no es que justifique per se el uso de tales vocablos y/o expresiones; pero como docente creo que no debemos cerrarnos a tales acontecimientos. Considero que el verdadero maestro, independientemente del grado o nivel donde se desempeñe, desde el aula debe tratar de canalizar esos fenómenos que amenazan con desbordarse.
Hay que recordar que nuestros niños y jóvenes conviven e interactúan en diferentes ambientes: la familia, la comunidad, la escuela, y que la tecnología está a su alcance en cada uno de esos contextos. No podemos imponer el léxico “estándar” que maneja la escuela, en detrimento del leguaje que esos niños y jóvenes usan constantemente a través de la tecnología, por cuanto éstos son tan reales e influyentes como el denominado “lenguaje estándar”.
Considero, pues, que más allá de tratar de cerrar el paso a la tecnología, debemos hacer uso de ésta para nuestros objetivos pedagógicos. Debe dejársele bien claro a nuestros alumnos que cada situación comunicativa posee características distintas, y que por lo tanto ellos están obligados a utilizar sus herramientas comunicacionales de acuerdo con el contexto donde actúen e interactúen. Además, pienso que el chateo, si lo utilizamos con fines pedagógicos, podría ser muy útil en la lecto-escritura. ¿Quién de nuestros niños y jóvenes (y de nosotros) no escribe y lee mensajes de textos?
Artículo escrito por Celis Rodríguez para la Revista OTILCA N° 17.