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La música, al igual que cualquiera de las manifestaciones artísticas, es producto de necesidad de la especie humana por comunicarse. Esta necesidad se deriva del instinto de supervivencia que como especie poseemos, pues ha sido la comunicación una de las razones que nos han permitido crecer y evolucionar. Asumir el hecho musical como un proceso comunicacional, nos obliga a adecuar nuestras interpretaciones a ciertas “normas” que hagan posible la elaboración de un discurso sonoro, cónsono con las sensaciones que deseamos transmitirle a quienes nos escuchan. Para ello se requiere de intérpretes adecuadamente formados y comprometidos con el aspecto humano de nuestra profesión. La interpretación adecuada de una obra, más allá de si se trata de música académica o popular, pasa por conocer e intentar respetar aspectos como: La época, el estilo, la forma musical, el compositor, etc.

discurso musicalPero además, el artista debe intentar estructurar un adecuado discurso a través de la ejecución dinámica, en lo concerniente a la rítmica, la intensidad y el timbre, así como el logro de las “cesuras” o pausas adecuadas, que permitan al cerebro del escucha mantener el nivel de atención y poder apreciar el mensaje en su totalidad. Lo antes dicho permitirá el logro de un discurso cuya preparación, desarrollo, definición y conclusión (esquema básico de cualquier discurso), aparezcan en el momento y de la forma adecuada, llevándonos a casa el premio del aplauso, y lo más importante, la certeza de haber llegado con nuestro arte, al alma de algún ser humano.

Artículo escrito por Roki Viskuña para la revista OTILCA N°12.

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