En la pasada entrega, revisamos las principales diferencias que a nivel ideológico existen entre los movimientos y grupos de izquierda y los de derecha. En esta ocasión, analizaremos cómo se expresan estas diferencias en el terreno específico de la economía.
El capitalismo y el socialismo son, más que modelos políticos, sistemas socioeconómicos. Como tales, definen el modo en que se produce, distribuye y consume el excedente social que toda sociedad requiere para subsistir. Desde el surgimiento de las primeras formas civilizatorias, el ser humano ha utilizado su energía vital, su trabajo, para transformar el medio natural en el que vive y producir los bienes y servicios requeridos para su desarrollo. Desde un punto de vista histórico, la diferencia ha estribado en la manera en la que se ha dividido socialmente el trabajo, la propiedad del capital y los ingresos.
El capitalismo -surgido en la Modernidad- se sustenta en la propiedad privada de los medios de producción y, consecuentemente, en la apropiación también privada del excedente social. Su denominación se corresponde con la concepción del capital como principal fuente de valor, al cual se subordina el trabajo asalariado. La actividad económica se organiza a través de mercados autorregulados, en los cuales los distintos agentes económicos, movidos por la búsqueda individual del lucro, intercambian sus bienes y servicios de la forma más eficiente posible.
Aunque el sistema capitalista, al premiar la innovación, expandió de forma inédita la capacidad productiva, generó efectos sociales perniciosos, incrementando la desigualdad social y las manifestaciones de pobreza y miseria. Durante el siglo XIX, esta realidad justificó el planteamiento de un modelo alternativo de organización socioeconómica, que garantizara los niveles de productividad del capitalismo sin generar sus graves daños humanos y ecológicos. Sobre este modelo, denominado socialismo, hablaremos en nuestra próxima entrega.
Por Carlos Miguel Rodrígues para la Revista Otilca N° 26